Un buen día Peter Janzen empezó a darnos clase y descubrí qué era la música. No es que antes no hubiera tenido contacto con ella; en mi casa escuchaba los discos que compraban mis hermanos mayores, y yo por aquel entonces ya asistía a clases de solfeo en el Conservatorio de Bilbao. Además iba regularmente a escuchar conciertos de música clásica y a mis primeros conciertos de rock.
Lo peculiar en Peter era la manera en la que nos daba clase, cómo nos motivaba y nos ponía a tocar instrumentos que unos minutos antes desconocíamos que fuéramos capaces de tocar. No era para nada parecido a las clases en el Conservatorio, donde nadie nos enseñaba los rudimentos de la melodía y el ritmo. Recuerdo las clases de Solfeo, donde lo más importante parecía ser la lectura de símbolos a la mayor rapidez posible, muy por encima de la importancia de la melodía y el ritmo.
Y precisamente la primera clase que nos dio Peter Janzen tuvo que ver con el ritmo. Tocar un ritmo sencillo con una conga, a la vez que otro compañero percutía unos bongos y otro hacía lo propio con una pandereta o un triángulo fue todo un descubrimiento para mi. Por un lado se nos mostraba cómo era posible hacer música en grupo, todos tocábamos con un fin común. Eso que hacíamos tenía que sonar a música, no debía sonar a un disparate. Por otro lado descubrió en mi una relación entre el ritmo tocado, percutido, y el pulso vital; este descubrimiento hizo que ya no pudiera desligar mi vida de la música.
También tengo recuerdos personales relacionados con la figura humana de Peter Janzen. En el momento en el que nos empezó a dar clase de música, yo tendría 14 0 15 años. Una edad difícil en la que uno empieza a formar su escala de valores, una edad en la que tu mundo es muy restringido y al que los adultos no tienen mucho acceso. Tu mejor amigo sabe mucho más de la vida que tus padres, de largo. En aquellos años creo recordar que no tenía ninguna expectativa sobre ningún profesor. A lo sumo, esperabas que fuera simpático o no, en ningún momento en el transcurso de mi estancia en el colegio pensé a principio de curso “a ver si con este profesor aprendo muchísimo”. No entraba dentro de mis planes el mejorar mis conocimientos, esa es la verdad. Peter sin embargo es del tipo de profesores motivadores, profesores que sin que uno sea muy consciente te hacen ser más adulto, más responsable con tus decisiones, más solidario; y es que en la música, como en otros muchos aspectos de la vida, tus decisiones afectan al grupo. Si desafinas o tocas fuera de ritmo tus compañeros ya pueden hacerlo muy bien, que lo que llega al público es algo incómodo de escuchar.
Sus clases tampoco tenían que ver con la escucha de los discos de rock que tanto interés suscitaban en mí, él nos ofrecía la posibilidad de pasar de la escucha de nuestras canciones favoritas a poder tocarlas. Nos acompañó en la formación de un grupo de rock, nos guió, aconsejó, escribió arreglos para las versiones que interpretábamos o intentábamos interpretar y nos dio las primeras oportunidades para tocar sobre un escenario. En este aspecto me gustaría también destacar la estupenda labor que realizó Nikolaus Drebinger, quien tanto nos enseñó, ayudó y apoyó. Los que ahora amamos la música estamos en deuda con estos dos magníficos profesores.
Escribo este pequeño artículo porque Peter Janzen nos va a visitar el viernes 13 de diciembre. Va a ofrecer un concierto didáctico dentro del programa “Konpartitu en la Filarmónica” que yo promuevo. Creo que puede ser una magnífica ocasión para que los que asistimos a sus clases en el colegio recordemos su buen hacer como profesor, además en el contexto de un escenario tan impactante como el de la sala de conciertos de la Sociedad Filarmónica en Bilbao. No me quiero extender en la promoción de mi proyecto, si queréis ampliar la información lo podéis hacer en la página web www.konpartitu.com o en nuestro Facebook y Twitter.
Juan Feijóo Zabalo
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