Brötchen. ¿Habéis jugado alguna vez a buscar vuestra palabra preferida? Mi hermana y yo,
millones de veces. Y la mía es Brötchen. Sin lugar a dudas. Podía haber sido una palabra en
castellano, pero no. Desayunar un panecillo no sabe igual de rico que desayunar un Brötchen. Y es que el Colegio Alemán marca, en el buen sentido de la palabra, claro. De hecho, yo diría que te queda así como un regustillo, muy parecido al que te deja un Brötchen.
El Colegio Alemán deja dos tipos de huella: una que se ve, y otra que no se ve, pero que se
siente. La que se ve es, por su propia condición, la más obvia: es la que te permite obtener un
sinfín de posibilidades a nivel personal, académico y profesional. La que no se ve, es la que te
hace sentir nostalgia cuando en pascua recuerdas al Osterhase, en octubre a la Laterne, en
noviembre a San Nikolaus y en diciembre al Advent. ¡Qué le voy a hacer! ¡Me gusta comer
Brötchen!
Tengo amigos, los que no comen Brötchen, que no entienden mi pasión. Pero se interesan por
conocer la receta. Esa receta que me ha permitido viajar sin miedo, estudiar en el extranjero,
conocer a mucha gente, ser metódica en mi trabajo, amar otras culturas; en definitiva, la receta para una mentalidad abierta.
Tengo amigos, los que comen Brötchen, que ya no sienten esa nostalgia de la que os hablaba. Y es que ahora pintan huevos de pascua junto a sus hijos, decoran con ellos las Laterne y ven la
emoción de los niños, a través del brillo de sus ojos, cuando les cuentan que San Nikolaus les ha regalado nueces y fruta. Eso significa comer Brötchen. Pero mis amigos, los que no comen
Brötchen, no lo entienden.
Y es que no sirve sólo con leer la receta. Hay que ponerla en práctica. Hay que amasar y amasar bien la harina, con el agua, la sal y la levadura, antes de comerse un buen Brötchen. Porque el sabor de un buen Brötchen te atrapa para siempre.
Y ahora, no me iréis a decir…que nos han entrado unas ganas tremendas de comeros ¡un Brötchen!
En ese caso…¡quedáis todos invitados!
Leire Jaureguibeitia Cayrols ABI 1993
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