La esencia del ‘coffee shop’ bilbaino

Noticia publicada en Deia: http://www.deia.com/2013/07/15/bizkaia/la-esencia-del-39coffee-shop39-bilbaino

Tras muchos años de trabajo y esfuerzo, Patricia Asensio es la gerente del primer local vasco de este tipo

 

Patricia Asensio, propietaria del 'Coffee Break', en la entrada de su local de la Plaza Nueva.

Patricia Asensio, propietaria del ‘Coffee Break’, en la entrada de su local de la Plaza Nueva. (Jose Mari Martínez)

 

BILBAO

PATRICIA Asensio sabe lo que es arriesgar y ganar. Es tímida pero le gusta el trato con el público. Eso debe ser porque cursó estudios de Turismo en la Universidad de Deusto y habla varios idiomas, entre ellos alemán, ya que estudió en el Colegio Alemán toda su vida. Es la mayor de tres hermanos y sus orígenes están en el barrio bilbaino de Txurdinaga. Patricia procede de una familia de trabajadores autónomos que sabe lo que cuesta el sacrificio. Esta podría ser la vida de una chica cualquiera, pero Patricia, sin quererlo ni beberlo, ha creado un negocio muy próspero y rentable: el primer coffee shop de Euskadi, nada que ver con los locales de Amsterdam; un lugar donde se puede tomar diferentes tipos de cafés de todo el mundo, granizados especiales o bollería, que incluso lo preparan para llevarlo a casa.

La idea de crear este negocio la tuvo hace mucho tiempo, cuando, tras sus estudios universitarios, fue a Londres con dos amigas y trabajó en el museo Madamme Tussaunds durante dos años. «Allí vi lo que eran los coffee shops y me hice superfan. Volví a mi tierra pero no había trabajo y me tuve que marchar a Madrid, donde trabajé en el sector hotelero durante dos años, y pude comprobar que allí ya empezaban los primeros coffee shops«, comenta Patricia. Pero aún no era el momento, así que siguió en multitud de empleos. Fue recepcionista en un hotel de Bilbao, donde conoció a su actual marido; trabajó como dependienta en Carolina Herrera y luego fue administrativa en el departamento de compras de unos laboratorios. Fue allí donde comenzó a desarrollar la idea de poner en marcha un coffee break.

«Hace cuatro años empezamos una socia y yo. Mi socia era la novia de un amigo de mi marido y al de un año decidió dejarlo. Desde entonces lo llevamos mi marido y yo». Esto no supone un conflicto para Patricia, ya que forma un buen tándem con su pareja.

Para esta mujer lo más importante de su negocio son sus clientes y que éstos relacionen la imagen de la marca con la calidad. «Por eso llamamos al negocio Coffee Break, por que significa la pausa, el respiro para tomarse un café. De ahí que la decoración sea en tonos suaves y con sillones acogedores, para que la gente se sienta como en casa», explica Patricia con determinación.

En un principio el negocio iba dirigido a un público joven, pero se dieron cuenta de que entraba todo el mundo. «Tenemos muchos clientes que se acercan, ya sea para beberse un batido, un frappe o para tomar una cerveza tranquilamente. Intentamos atender a nuestros clientes con todo el cariño del mundo y nos adecuamos a la actual situación», comenta Patricia en relación a la actual crisis. «Antes la gente quizá se tomaba un café, un batido y algo de bollería. Ahora quizá solo un café. Por ello, intentamos recompensar a nuestros clientes con regalos y promociones, como el concurso de fotografía que tenía como premio una entrada para el BBK Live o promociones de tarjetas de puntos. Es nuestra manera de recompensar la fidelidad de nuestros clientes, que son importantísimos para nosotros y que sabemos que hacen un gran esfuerzo por venir».

COMIENZOS

Patricia empezó el proyecto en el comienzo de la crisis, en el año 2008, aunque un año antes ya lo tenía pensado. «Pusimos todas nuestras ganas en la idea y tuvimos la suerte de que aquí, la crisis, no se notó hasta unos años más tarde, así que tiramos para adelante». Así, rememora con cariño los primeros días en los que la gente entraba al local y no sabía qué era exactamente. «Recuerdo que no entraba casi nadie y los que lo hacían preguntaban si vendíamos pan o éramos una pastelería. Me acuerdo de estar poniendo una ensalada en el muestrario y una señora, al verla, me preguntó si vendía tomates, porque al ponerlos en la ensalada, pensaba que tenía. No sabía que nuestros productos vienen preparados».

Un año y medio después Patricia y su marido dieron el salto y se arriesgaron a instalar otro Coffee Break en plena Gran Vía. «Al igual que con el de la Plaza Nueva, teníamos claro que el negocio debía estar situado en un lugar céntrico, porque hasta hace muy poco, casi nadie conocía el concepto coffee shop. La posición de nuestros cafés ha sido clave para nuestro éxito». Pero no todo el éxito del negocio se debe al enclave. El sacrificio que Patricia tuvo que hacer para sacar el negocio adelante fue enorme. Y no solo en el sentido económico, ya que, en los primeros años de vida del café, Patricia trabajaba casi catorce horas diarias, todos los días del año. «Sabes que cuando te metes en algo tienes que dar el 100%; si no, no funciona. El arranque de un proyecto siempre es costoso y es ahí donde valoras la ayuda, que en este caso fue gracias a la familia. Mis padres me enseñaron el espíritu emprendedor necesario para llevar un negocio y siempre me han apoyado en todas mis decisiones. Es positivo que todo quede en casa». Y es que la familia es importante para Patricia, que hace poco acaba de tener su primer hijo.

Ahora, tras mucho esfuerzo, ha pasado de empleada a jefa, aunque está en el negocio todos los días, algo que califica de «necesario», para poder atender al cliente y ver su reacción ante las novedades. Además está contenta de ser su propia jefa. «Ser autónoma me ayuda a organizar el tiempo para pasarlo con mi hijo», relata.

Sabe que muchos emprendedores como ella no han tenido el mismo éxito y que su idea es un referente para otros locales que han surgido con una estética y un comercio muy parecido al suyo, y eso, la enorgullece. La clave del éxito del Coffee Break ha sido su tesón y, por eso, sabe que «es necesario ir hacia adelante, rodearte de gente que te apoye y saber que hay que arriesgar, porque al final siempre se gana», concluye con optimismo.